A su seño levemente fruncido y su mirada perspicaz pronto se les unió una sonrisa, mientras veía al cielo girando sobre su cabeza, a más velocidad de la que pueden observarlo los seres.
Preguntándose sobre su identidad miro con que rapidez el sol se escondía tras la tierra, regalando unos últimos rayos como un premio extra al sacar de la visión su presencia. El mar estaba calmo, pero siempre en movimiento, y el Señor Tiempo voló sobre él dejando que la punta de su barba se remojara con el agua salada.
Recordó que en el universo también había hombres, ellos siempre le daban vueltas a las cosas, ¡tantas! como las que da la tierra sobre el sol. Rememoro un comentario que había escuchado una vez, de un hombre, uno de los pocos que entendía algo-aunque igual poco- de su existencia: “y sin embargo se mueve”, esas palabras tenían mas sabiduría de la que parecía a simple vista, ya que el Señor Tiempo pasaba toda su existencia reflexionando sobre su propia naturalaza.
“¿Quién soy?” Se pregunto por milésima vez, entonces vio, al sobrevolar tierras firmes, un ser, cuya raza poco le interesaba, estaba descansando bajo un árbol, completamente quieto, y se pregunto si su presencia le afectaba, se contesto que si, pues seguía envejeciendo, su sistema funcionando... pero luego se preguntó que pasaría si sus órganos dejaran de funcionar, “pues moriría” se respondió; ¿pero si sus células también se quedaran quietas?, ¿y si incluso los microorganismos de su alrededor se detuvieran?, ¿y si cada átomo dejara de girar?... ese ser estaría completamente ajeno a su presencia.
Por cierto tiempo este Señor Tiempo había caído en la ilusión de que el animaba las cosas, ese velo se lo había quitado de la vista hace ya mucho, pero recién ese día comprendía que quienes lo vitalizaban a él eran los seres, o más bien el movimiento. El era una ilusión, aunque un elemento casi tangible para todo lo existente, ya que si le preguntas tanto a un hombre como a una galaxia si existe el tiempo, te responderá que si, pero comprendía que eran los elementos manifestados los verdaderos dueños de su persona.
En ese momento entendió que la sabiduría que el hombre le atribuía, era en realidad simplemente su propia experiencia, que colectiva o individual les servia para moverse, para crecer. Y todos avanzaban, para eso se movían, todo los seres tenían alguna clase de meta... comprendió, en su experiencia, que probablemente los más confundidos fueran los hombres, quienes incluso llegaban a negar tener una finalidad, pero eso era una mentira tal como la muerte, que en su existencia había comprobado como la manifestación del cambio a un nivel tal, que la finita inteligencia de los hombres no lograba entender, pero igual los veía avanzar, quisieran o no... “si hay avance hay camino a transitar, y si hay camino a transitar a algún lugar debe llevar”, pensó el Anciano.
Se rasco la barbilla nuevamente mirando a las milenarias estrellas que comenzaban a observarlo, y se planteo la verdadera interrogante, “¿por que se mueve, por que vive, por que avanza?”. Pero como el Tiempo es ilusorio... tanto como nosotros y todo lo manifestado, no se pudo responder esta pregunta