lunes, 22 de noviembre de 2010

Piel con piel

Qué bien se siente el contacto piel con piel, la tibieza saliendo por los poros. Va mas allá de lo sexual, como la mayoría piensa, el “contacto” es una de las tantas demostraciones de cariño entre los seres, desde secar una lagrima en el rostro triste de tu amado, o que él entrelace los dedos en tu cabello sintiendo su suavidad…

El contacto físico es fascinante, el de la ropa en la piel, o hasta el de una sabana en verano, pues somos muchos los que no podemos dormir con el único cobijo del aire a nuestro alrededor.

Acariciamos a nuestros hijos, amigos, a nuestros gatos, y en ocasiones hasta las hojas de las plantas… buscando esa energía, ese “algo”, esa conexión que nos mantiene unidos siempre pero de la que rara vez somos consientes y la que en aun menos ocasiones somos capases de “sentir”.

Pero sin lugar a dudas que este es uno de los mejores contactos… piel con piel…

Los cuerpos desnudes en posición horizontal y los brazos aferrando otro cuerpo tibio, como si las almas se quisieran fusionar.

Cuantos al abrasar a esa persona querríamos poder detener el tiempo en ese instante, simplemente en la conciencia plena del abrazo, con los ojos llenos de lagrimas por la alegría de estar con a la persona amada, y la comodidad del encastre de los cuerpos como si fuesen creados simplemente para eso, para abrazarse y no soltarse jamás… solo borraría la desdicha de saber que en algún momento ese instante perfecto terminara, y el mundo, hasta ahora detenido, retomara su movimiento, que las lagrimas se secaran y las pieles se separaran volviendo a dejar de ser una.

Pero esta vez no…

Pues es el fin del mundo.

Ambos sollozamos abrazados mientras por las cortinas del departamento entran los últimos rayos de luz rojiza que veremos.

El suelo se mueve y las paredes comienzan a rajarse, pero nosotros solo nos abrazamos con más fuerza.

No sabemos si afuera el problema es el sol, los terremotos, un meteorito o los cuatro jinetes del apocalipsis… ya no importa, el mundo se acababa y nada podemos hacer.

Piel con piel, dedos entrelazados, la ultima calidez del sol, la aterciopelada caricia del viento… y nosotros.

Cumpliremos el sueño de todos los amantes de extender hacia la eternidad el abrazo amoroso, en una cómoda cama, en lo más feliz de la juventud, cuando aun el corazón está bastante intacto, receptivo y a flor de piel la emoción.

Piel con piel… la manera más perfecta de morir.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Las entrañas del universo

La luna era blanca y el cielo era negro… nada original.

Los pies danzaban y labios murmuraban… un humano normal.

Pero el cielo negro viendo caminar al humano quiso tener pies.

Y el humano, observando el cielo distante quiso ser él.

Y el humano de pies livianos, vio una avecilla oscura revoloteando bajo una lámpara.

Y el cielo le dijo “Se parece a ti”.

Pero el hombre miro su piel y no eran plumas, y sus brazos no eran alas, y sonrió… por un momento se había ilusionado.

El cielo señalo el corazón del hombre y repitió “se parece a ti”.

Mientras tanto la luna escuchaba todo con desazón, pues hacía años que extrañaba al viejo sol, y a pesar de ser la encargada de reflejar su luz, solo en algunos días, blanca, pálida, casi invisible, podía compartir el cielo con el amor de su vida.

Ella siempre lamento no tener luz propia para iluminar, pero reflejar la de su amado era digno y casi como estar a su lado.

Y los tres enamorados desenamorados se hicieron compañía y se volvieron un único llanto y se volvieron una única vida.

El universo en sus entrañas sintió un cosquilleo e irónicamente arqueo sus labios eternos, supo que dentro de él sufrían un cielo, una luna y un hombre. Su carcajada le dio varias vueltas al infinito “si todos estos ignorantes supieran que son partes de lo mismo”.

Que dos seres sufran por la lejanía es tan lógico como que la mano izquierda del hombre extrañe a la derecha el dejar de aplaudir.